Por amor al arte
Así es como mucha gente cree que trabajan los ilustradores. Siempre se ha dicho que para vivir había que trabajar. Era algo bastante lógico que a cambio de realizar un trabajo, el profesional que lo desempeñaba obtenía un beneficio que le aseguraba su sustento y el de los suyos. Sin embargo, algo tan evidente como lo que acabo de citar parece no cumplirse en todos los casos o mejor dicho, parece no tenerlo claro todo el mundo.
Hace ya algún tiempo que proliferan, tanto desde ámbitos privados como institucionales, fantásticas propuestas que, con pretextos más o menos humanitarios o pseudo-divulgativos, proponen a discreción, a ilustradores y diseñadores gráficos, la participación en exposiciones o publicaciones colectivas. Siempre hay un gran motivo por el que merece la pena participar, y por supuesto es una gran oportunidad para el invitado de dar a conocer su trabajo participando en una noble causa. Todo es excepcional salvo por una cosa, como toda iniciativa altruista que se precie, se exige que la participación sea desinteresada, o lo que es lo mismo, por amor al arte. Lógicamente el pobre ilustrador, como ser sensible y concienciado que es, accede a participar entendiendo que el fruto de su trabajo aunque no revierta directamente sobre él, por lo menos servirá para aplacar cualquiera de las innumerables desgracias que azotan a este mundo miserable. Sin embargo a esta noble y generosa sensación, le sucede otra de cabreo e indignación, cuando a medida que pasa el tiempo el profesional ilustrador descubre, que el resto de los profesionales que participan en el evento tales como el profesional comisario de la exposición, el profesional montador, el profesional impresor del catálogo / del libro publicado, o el profesional de mantenimiento y de limpieza, todos ellos, sí han cobrado por su trabajo. Al final y por si fuera poco escarnio, el ninguneo culmina cuando en los créditos de la publicación o del catálogo, luce flamante el logotipo de una empresa privada, un banco o una institución.
Y es que para según quien, un ilustrador, no es un profesional del todo. Un ilustrador no necesita un periodo de estudio y de formación durante años que lo preparen técnica y artísticamente, ni necesita comprar materiales ni soportes informáticos como un ordenador o un escáner para desempeñar su trabajo. Tampoco necesita pagar la Seguridad Social, ni tiene que darse de alta de autónomos, ni tiene que declarar el iva ni hacer la declaración de la renta. Por supuesto tampoco necesita pagar una hipoteca ni un alquiler, no consume electricidad ni agua y tampoco come. Si todo esto hacen del ilustrador una rara avis en la fauna de los profesionales, hay algo que todavía lo hace más excepcional, disfruta trabajando. Por todos estos motivos muchas personas piensan que los ilustradores pueden y deben trabajar gratis.
Sin embargo todos sabemos que no es así, ironías aparte, los ilustradores representamos a un gremio que no goza de las mejores condiciones laborales, los encargos no suelen ser todo lo regulares que debieran para asegurar un mínimo de estabilidad laboral. El respeto de los derechos de autor, tan cacareados en estos tiempos, brilla por su ausencia en muchas ocasiones. A todo esto le deberíamos de añadir unas condiciones impuestas por muchas editoriales que no son precisamente las más generosas, tanto en plazos de tiempo como en lo puramente monetario.
Precisamente por esto y por todo lo anteriormente citado, los ilustradores e ilustradoras profesionales, queremos mostrar nuestro total desacuerdo y rechazo con cualquier tipo de iniciativa, como la tristemente descrita, que no considere al ilustrador como un profesional más que vive de su trabajo y por supuesto, aunque algunos no lo entiendan, cobre por ello.
Tertulias Gráficas.
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